"¿Cómo podéis decir que estáis oprimidos? Tenéis derechos, no os criminalizan, no van a mataros por ser..."
Lo anterior que he escrito no son más que unos ejemplos de la ingente cantidad de frases que tenemos que soportar muchas personas. "El racismo no existe porque ya no hay esclavos", "las mujeres podéis trabajar y votar", "la homofobia no existe porque ya podéis casaros", "la transfobia es un cuento porque patata". Sí, en esta última frase ya hasta me da pereza escribir alguna de las gilipolleces que he escuchado para justificar que mi colectivo no está oprimido.
Vivimos en un mundo donde se intenta enmascarar constantemente las distintas opresiones que sufrimos, y, como chica trans y lesbiana, hoy voy a hablaros de la opresión que sufren las personas LGTB. Sí, sé qué he mencionado el machismo y el racismo, pero para lo primero ya habrá tiempo de hacer otra entrada y para lo segundo hay personas más adecuadas que yo, que no lo sufro, para haceros ver cómo se sienten y explicaros por qué vuestras conductas son opresivas.
En primer lugar, sobre la homosexualidad, sí, tenemos derecho a casarnos, es legal casarse en algunos países y ya no nos criminalizan. Y, desde luego, no voy a irme a países de Oriente Medio a justificar la homofobia, voy a hablaros únicamente de cómo nos oprimen en esta sociedad. Porque cuando tenemos miedo de salir a la calle cogiendo de la mano a nuestra pareja por temor a que nos insulten y humillen ya estamos sufriendo vuestra opresión. Porque cuando miran con asco a dos chicos gays o sexualizan a dos chicas lesbianas ya estamos sufriendo vuestra opresión. Por no hablar de lo básico por lo que hemos tenido que pasar todos: salir del armario. Porque no he tenido que escuchar a ninguna persona heterosexual decir "Tengo miedo de decirle a mi familia que soy hetero", porque, primero, ya se presupone que todas las personas son hetero hasta que dicen lo contrario debido a la normalización que hay, y, segundo, nadie ha tenido que sufrir la marginación de su núcleo familiar o de sus grupos de amigos por ser hetero. Y esto es lo más suave con lo que nos toca lidiar a diario, con las miradas de asco, los insultos, las vejaciones o que nos sexualicen. Hay individuos que llevan esto más allá, que se atreven a dar un paso más en demostrar su odio contra nuestra persona. No quiero politizar este discurso pero en este punto hay una clara relación entre la idea política y el odio al colectivo. No he visto a nadie de izquierdas mirar con asco a una pareja homosexual, ni decirles que están viviendo en pecado, ni insultarles gritando que son una aberración de la naturaleza. No, todo lo contrario, siempre he visto a personas de extrema derecha y cristianos, aunque son casi sinónimos si no fuese por las muy contadas excepciones, sin mencionar a los neonazis que esos ya son otro cuento aparte, algo que, creo, ni ellos mismos comprenden. A donde quiero llegar con esto es a las agresiones físicas. Porque, aunque hayáis tenido la suerte de no presenciarlo, muchas personas homosexuales han sido agredidas, desde adolescentes, solo por su orientación sexual. Que parece que no, que esto es algo que se quedó en el pasado cuando la época de Franco y demás, pero a día de hoy siguen habiendo agresiones homófobas, ya no acoso ni maltrato psicológico sino palizas en las calles.
Eso solo en cuanto a la homosexualidad y la bisexualidad (a este último grupo de personas, por si "aberración" o "pecadores" no os parece suficiente, hay que añadir el insulto de "viciosos"), dentro del colectivo LGTB hay otro grupo que sufre la opresión social por su condición, más allá de la orientación sexual que tengan. Hablo de las personas trans. No voy a entrar en detalle sobre qué somos las personas trans porque entonces esta entrada batiría todos los récords de longitud del blog, así que iré directamente a cómo se nos oprime. Como con la homofobia, voy a empezar poquito a poco, partiendo primero de lo más leve.
¿Alguna vez habéis tenido que decirle a vuestras familias que sois cis, que os sentís del mismo género al que se corresponde vuestro sexo? Bien, pues ya empezamos con el primer temor. Y es que no sería la primera, ni será la última por desgracia, que una persona trans ha sido repudiada por sus familiares en cuanto ha salido del armario. Oh, sí, aquí lo más suave que solemos escuchar es que somos aberraciones y monstruos, o que estamos pasando por una etapa. Luego está el miedo a que nos echen a la calle con una mano delante y otra detrás, que nuestras familias no nos acepten, nuestras amistades no quieran juntarse con nosotros y que la sociedad nos vea como bichos raros. Y aquí no os podéis hacer ni una idea del miedo que se tiene, porque tu orientación sexual la puedes ocultar, pero tu condición de trans no. No sabéis el miedo que da salir maquillada a la calle teniendo un cuerpo normativamente masculino, tener que ponerte una peluca porque tienes calvicie y que todo el mundo te mire por la calle. Yo, hasta ahora, lo más que he hecho ha sido salir con las uñas pintadas y hasta eso me ha dado angustia. Tengo una peluca que solo me he probado y puesto un par de ocasiones, siempre en casa, porque todavía tengo miedo de salir con ella a la calle. Porque, claro, ¿qué va a pensar la gente cuando, acostumbrada a verme como un tío calvo de dos metros, me vean con una peluca puesta? Lo más suave que van a pensar es que soy un travesti o un desviado. Del mismo modo que yo tengo miedo de verme como una chica por la calle, un chico trans también tiene miedo y lo más suave que le dirán es que es una marimacha y una bollera por vestirse con ropa ancha y llevar el pelo corto.
Y vuelvo a repetir, esto es lo más suave que soportamos las personas trans. Hay más agresiones a personas trans que a homosexuales, se nos llega a matar y a mutilar por nuestros genitales. Todas mis compañeras trans han tenido que recibir todo tipo de acoso y vejaciones por culpa de esta sociedad. Todas las personas trans que conozco han tenido miedo de salir del armario y ver su vida truncada. Todo el mundo dentro de este colectivo siente que salir a la calle es un infierno, que no hay sitio seguro para nosotros. Así que la próxima vez que me digáis a mí o a cualquier persona LGTB que nuestras opresiones no existen pensad: ¿Tenéis miedo de que os insulten por vuestra orientación sexual o por vuestra identidad de género? ¿Tenéis miedo de que os acosen y persigan? ¿Tenéis miedo de que vuestra familia os eche a la calle, que ni siquiera os reconozcan como parte de ellos? ¿Tenéis miedo a que os sexualicen por ser distintos? ¿Tenéis miedo a que os agredan y os maten por no ser como ellos quieren que seas? Pensadlo. Esta sociedad, aunque haya evolucionado, todavía sigue sin estar preparada para considerarse LGTB friendly, no está preparada para decir que somos una sociedad libre de prejuicios y de opresiones. Sigue sin ser una sociedad igualitaria hasta que dejemos de tener miedo a vuestras represiones. Porque, aunque ahora esté más normalizado el ser LGTB, y haya una mayor aceptación por nuestra condición, aunque tengamos suerte, muchos de nosotros, de contar con familiares que nos apoyan y se preocupan por nuestra felicidad y amistades que están a nuestro lado sin importar cómo te sientas ni qué te guste, todavía seguimos teniendo que ver cómo nuestra orientación sexual y nuestra identidad de género se ve cuestionada o sirve como aliciente para que nos digan y hagan lo que les plazca. Hasta que a la sociedad le deje de importar más con quién nos acostemos, cómo nos vistamos o cómo sentimos que somos sé que vamos a seguir sufriendo este tipo de opresiones y que siempre vais a intentar enmascararlas y hacernos creer que no existen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario