martes, 21 de noviembre de 2017

Hasta siempre, abuela

Han pasado casi tres horas desde que me enteré mientras estoy escribiéndote esta carta y todavía sigo siendo incapaz de asimilarlo. Es como un mal sueño, como una pesadilla de la que no logro despertar. Siento que no estoy en el mundo real sino en un mundo inventado por mi propia mente que me está jugando una mala pasada y que, pronto, conseguiré despertarme. Pero sé que no es así, en el fondo sé que no volveré a verte, que no volveré a escuchar tu voz, que no volveré a reír contigo.

Se me traban las palabras escribiendo esto, nadie me ha preparado para tener que despedirme de ti. Maldita sea, aquí todos pensábamos que serías tú quien nos acabase enterrando, que bicho malo nunca muere y más mala que tú no había nadie, porque era imposible que te dejases avasallar por idiotas creyendo poder burlarte. Siempre he sido tu nieto y, como tal, así me despediré de ti, aunque pueda existir un más allá donde lo puedas ver todo y ya sepas la verdad que nunca me atreví a contarte.

Ya la última vez que te vi me preocupaste. Estabas ida, no parecías ni tú misma, y algo en mí decía que debía preocuparme. De haber sabido que sería la última vez que te vería habría estado más tiempo contigo, más tiempo a tu lado, pero soy cobarde y no podía ver cómo tu vida, ya marchita, iba desapareciendo. Quería tener un recuerdo más alegre de ti y me arrepiento de ello. Ojalá hubiese podido despedirme de ti. Somos idiotas, no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos, y por ello no he podido despedirme de ti como es debido.

Sigo esperando que alguien me diga que no, que todo es una mala broma, o que me despierte de repente y nada de esto haya pasado. No paro de negar una y otra vez que hayas muerto, y me veo capaz de seguir negándolo incluso dentro de unas horas, cuando te vea en esa caja de madera. Sigo pensando que es imposible... En mi mente no paran de venir recuerdos tuyos, de nuestros viajes, de nuestras vacaciones, de nuestras navidades. Todas esas anécdotas divertidas que hemos compartido, ese enfado en Nochebuena con el semáforo que hay frente a la casa de mi madre porque el muñequito no paraba de cambiar de color, esas risas cuando cambiábamos de barca en Punta Cana y teníamos que ayudarte a cruzar entre tres, tu cara de inocencia después de hacer que un pobre empleado del aeropuerto recorriera corriendo la pista para traer los medicamentos que olvidaste en el otro avión, aquel día que dejaste un recuerdo en el hogar de los dioses griegos... Son muchas vivencias que han desaparecido de golpe y porrazo y que ya solo existen en mis recuerdos.

Supongo que para mí siempre era mejor creer que vivirías para siempre, que era más fácil negar que la edad te pasaba factura, pero al final ha sido peor. El golpe ha sido más doloroso, nada ni nadie me ha preparado para esto y ahora no puedo sino despedirme con la esperanza de que sea cierto que hay vida más allá de la muerte. Porque mereces vivir eternamente llena de dicha, abuela, porque para mí has sido una segunda madre. Gracias por todo el amor que me diste, por todas las lecciones que aprendí gracias a ti, por haberme criado y cuidado cuando era vulnerable. Tú, quien me trajiste al mundo, ahora se va, y no queda sino decirte adiós con esta carta. Algún día volveremos a vernos, abuela, sea donde sea. Quiero creer que así será para poder darte ese abrazo que nunca pude darte. Puedo cambiar, crecer, evolucionar, ser una persona totalmente distinta, pero habrá algo que no cambiará nunca y es el hecho de que soy tu nieto, y siempre seguiré siéndolo.

Ojalá hubiese podido escribirte palabras más bonitas pero se me traban, juro que se me traban y no salen. En su lugar solo salen lágrimas amargas por esta despedida tan cruel. Sé que no querrías que llorara, pero no lo puedo evitar. Lo siento. Te prometo que siempre quedarán los recuerdos de nuestras risas, de verdad. Pero ahora, en esta despedida, soy incapaz de sonreír. Creo que ya es la hora de decir adiós y poner el punto y final a esto. He intentado prolongarlo todo lo posible, como, si de alguna forma, esta carta fuese la que hace que sigas todavía con vida, como si hasta que no terminase de despedirme todavía estuvieras con nosotros, pero la verdad es que ya no estás y no sirve de nada prolongar lo inevitable.

Hasta siempre, abuela. Te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario