Normalmente no me gusta politizar o meter religión en mi blog salvo que sirva para reflexionar. Y no sé muy bien si esta entrada servirá para tal propósito o si solo será un desahogo para mí donde descargaré toda mi bilis contra un sistema mediático dirigido por un dogma que más que una religión parece una secta. Sea como sea, aquí va mi entrada.
Todo esto viene debido a la ya famosa declaración de Paquito Marhuenda, director del fachodiario La Razón, que de razón tiene poca, en la que demonizaba por Twitter el islam mientras enaltecía y alababa el cristianismo. Por desgracia este tipo de propaganda político-religiosa no es nada nuevo. Siempre que ocurre algún atentado orquestado por el ISIS sucede como por consecuencia una propaganda islamófoba criminalizando a todo aquel que sea musulmán, obligándolos a soportar un bombardeo de prejuicios al relacionarlos con los atentados. Porque, como es obvio, el chico de la tienda mora de la esquina de nuestro barrio es colega íntimo del que se ha inmolado a miles de kilómetros y también tiene un chaleco bomba para volar la tienda. Quiero creer que quienes leen mi blog son personas medianamente inteligentes pero por si no ha quedado claro la frase anterior es sarcástica.
Es lamentable que en pleno siglo XXI, cuando se supone que el ser humano a comenzado a madurar y a dejar de depender de creencias religiosas para condicionar su vida, todavía quede gente que crea ciegamente las historias contadas en un libro con dos mil años de antigüedad hasta el punto de llegar a librar una guerra por él. Que, oye, cualquiera es libre de creer en lo que quiera, siempre y cuando eso no dañe a nadie. Y sí, todavía se sigue librando esa guerra santa que se supone que acabó hace cientos de años. ¿Recordáis las cruzadas? Bueno, ya no son como antaño, con ríos de sangre corriendo por las calles de Jerusalem. Ahora esa guerra la libran los medios, desprestigiando el islam y utilizando el miedo del pueblo como un arma para volver al populacho, rebaño de corderos bien adiestrados, contra aquel trabajador inocente que solo desea ganarse la vida al margen de sus creencias.
Porque hay que dejar clara una cosa: La religión no mata. Al contrario, yo siempre he defendido la religión (al margen de las instituciones, claro). Todo aquello que sirva para hacer que una persona evolucione bienvenido sea. Quienes matan son los extremistas radicales armados por lobos disfrazados de cordero. Porque tenemos que recordar algo: ¿De dónde vienen las armas del ISIS? ¿Quién ha hecho que aquellos que han causado tanto terror sean capaces de hacerlo? ¿Y cómo es posible que no se les haya frenado ya?
Todo esto es algo que no nos contarán los medios, que la prensa y la televisión callarán, porque aquellos que los financian son los mismos que lideran esa guerra mediática contra el islam, intereses políticos y financieros aparte. Si no me creéis, pensad: ¿Dónde se metieron todos los políticos de derechas en 2011, durante el atentado de Oslo? Es más, ¿dónde se metió Marhuenda, aquel por quien empecé a escribir esta entrada, cuando Anders Breivik asesinó a sangre fría a más de 90 jóvenes para, aparentemente, no recordar nada de aquel atentado? Porque realmente parece no recordarlo al decir que el cristianismo es una religión de paz y que así será por siempre jamás. Si él no lo recuerda, hagamos memoria nosotros:
Anders Behring Breivik era un joven de 32 años de tendencia ultraderechista y ultracatólico que puso una bomba en el complejo gubernamental de Oslo. No contento con el resultado de ese primer atentado se dedicó a abrir fuego en un campamento juvenil dos horas más tarde. ¿Sabéis a quiénes culparon los medios en primer lugar, buscando una cabeza de turco? Bingo, a los yihadistas. Porque siempre, pase lo que pase, el primer objetivo a culpar de cualquier atentado va a ser el musulmán.
Esto no es nada nuevo, es algo que se ha estado realizando desde hace años, sobre todo ahora que no tienen a ETA para culpar de los atentados. De hecho, cuando se demuestra que el responsable de cierta matanza es uno de los suyos, lo único que hacen, con suerte, es rectificar, corregir y pasar a otro asunto. Si un atentado lo hace un grupo radical islámico te lo van a recordar durante días, semanas si hace falta. Si ese mismo atentado lo hace un radical cristiano quizá no lleguéis a enteraros nunca. De hecho, lo más seguro es que no lo consideren una masacre sino como un acto de paz. Como aquellos que hacen los ejércitos occidentales a manos de líderes imperialistas en el desierto de Oriente Medio. Pero, eh, que el cristianismo es una religión de paz, no lo olvidéis.
lunes, 27 de marzo de 2017
viernes, 24 de marzo de 2017
La hipocresía tras el suicidio
Antes de nada quisiera disculparme si el título puede causar algún tipo de confusión. Aunque llevo una semana dándole vueltas tanto al título como a la entrada en sí, no he encontrado ninguno que me satisfaga, que resulte preciso y que no incite a pensar equivocadamente sobre las intenciones de esta entrada.
Quien me conoce bien sabe que lo que más odio en esta vida es la hipocresía, y más la de aquellos en quienes he depositado mi confianza y me han terminado decepcionando. Pero esta vez no vengo a hablar de ninguna experiencia personal mía, de algo que me haya pasado directamente a mí. Esta vez quiero hablar de aquellos que han querido o intentado suicidarse, o lo han hecho, y de aquellos que los han abandonado.
Cuando sale en la prensa o en cualquier medio la noticia de que un niño se ha quitado la vida por culpa del bullying todos nos ponemos la medallita durante ese día, la mayoría fingiendo una empatía que no tienen, condenando el acoso y la falta de intervención para evitar esa situación. Es muy fácil escribir un par de líneas dándole el pésame a la familia y a sus seres queridos y quejarse de que nadie haya hecho nada para impedir que esa criatura se quite la vida, pero luego nadie mueve un dedo.
Tildan de hipócritas a quienes se han planteado el suicidio por las razones que sean, critican e insultan a una persona que ya de por sí está bastante tocada por dentro y la abandonan a su suerte tras decirle "quien quiere suicidarse lo hace, no lo dice". Sé que no es muy agradable que una persona nos diga que quiere morirse, pero esa persona lo único que está haciendo es buscar un apoyo que la sujete y una razón por la que seguir viviendo. No podemos culpar a alguien que está sufriendo por intentar desesperadamente encontrar un motivo que la mantenga con vida. Es obvio que todos tenemos nuestros problemas y no podemos pasarnos la vida solucionando los de los demás, pero un poco de ayuda por nuestra parte podría salvar la vida de alguien que desee desaparecer. Solo se trata de hacer que ese alguien se sienta querido, sienta que importa, sienta que tiene un lugar en el mundo y que puede salir adelante. Pensad que si ha decidido contaros algo tan grave como eso, algo que no es fácil de contar a cualquiera, algo que le avergüenza, es porque os quiere, le importáis y os necesita. Pensad que en verdad el suicidio no es algo voluntario, no es una decisión que se toma a la ligera y que, quien la toma, lo hace inducido por determinados factores, que se siente obligado por no encontrar una solución a sus problemas.
Por eso os pido que dejéis de colgaros la medalla de la empatía cuando ocurren estas cosas y ayudad a quienes sabéis que tiene problemas que le impiden vivir su vida con normalidad. Quizá algún día no haga falta colgarse ninguna medalla. El suicidio es un asunto muy serio para aquel que se lo plantee y no es motivo de risas, burlas ni bromas, ni mucho menos para ignorar a quien lo considera como una opción o una huida. Sé que hay mucha gente, sobre todo jóvenes en las redes sociales, que no hacen más que bromear con ese asunto, pero es muy fácil diferenciar a quien se mofa y se ríe poniendo comentarios suicidas de quien, en silencio y confidencialmente, grita auxilio por el dolor.
Quien me conoce bien sabe que lo que más odio en esta vida es la hipocresía, y más la de aquellos en quienes he depositado mi confianza y me han terminado decepcionando. Pero esta vez no vengo a hablar de ninguna experiencia personal mía, de algo que me haya pasado directamente a mí. Esta vez quiero hablar de aquellos que han querido o intentado suicidarse, o lo han hecho, y de aquellos que los han abandonado.
Cuando sale en la prensa o en cualquier medio la noticia de que un niño se ha quitado la vida por culpa del bullying todos nos ponemos la medallita durante ese día, la mayoría fingiendo una empatía que no tienen, condenando el acoso y la falta de intervención para evitar esa situación. Es muy fácil escribir un par de líneas dándole el pésame a la familia y a sus seres queridos y quejarse de que nadie haya hecho nada para impedir que esa criatura se quite la vida, pero luego nadie mueve un dedo.
Tildan de hipócritas a quienes se han planteado el suicidio por las razones que sean, critican e insultan a una persona que ya de por sí está bastante tocada por dentro y la abandonan a su suerte tras decirle "quien quiere suicidarse lo hace, no lo dice". Sé que no es muy agradable que una persona nos diga que quiere morirse, pero esa persona lo único que está haciendo es buscar un apoyo que la sujete y una razón por la que seguir viviendo. No podemos culpar a alguien que está sufriendo por intentar desesperadamente encontrar un motivo que la mantenga con vida. Es obvio que todos tenemos nuestros problemas y no podemos pasarnos la vida solucionando los de los demás, pero un poco de ayuda por nuestra parte podría salvar la vida de alguien que desee desaparecer. Solo se trata de hacer que ese alguien se sienta querido, sienta que importa, sienta que tiene un lugar en el mundo y que puede salir adelante. Pensad que si ha decidido contaros algo tan grave como eso, algo que no es fácil de contar a cualquiera, algo que le avergüenza, es porque os quiere, le importáis y os necesita. Pensad que en verdad el suicidio no es algo voluntario, no es una decisión que se toma a la ligera y que, quien la toma, lo hace inducido por determinados factores, que se siente obligado por no encontrar una solución a sus problemas.
Por eso os pido que dejéis de colgaros la medalla de la empatía cuando ocurren estas cosas y ayudad a quienes sabéis que tiene problemas que le impiden vivir su vida con normalidad. Quizá algún día no haga falta colgarse ninguna medalla. El suicidio es un asunto muy serio para aquel que se lo plantee y no es motivo de risas, burlas ni bromas, ni mucho menos para ignorar a quien lo considera como una opción o una huida. Sé que hay mucha gente, sobre todo jóvenes en las redes sociales, que no hacen más que bromear con ese asunto, pero es muy fácil diferenciar a quien se mofa y se ríe poniendo comentarios suicidas de quien, en silencio y confidencialmente, grita auxilio por el dolor.
viernes, 3 de marzo de 2017
Colegas, amigos y excesos de confianza
Muchas veces me pregunto cuántos de mis seguidores creerán que soy una persona fría y distante, cuántos de mis conocidos piensan que me alejo de la gente y no dejo que nadie se me acerque, cuántas de las personas que me rodean piensan que soy imposible de conocer. Bueno, quizá nadie piense que soy imposible de conocer porque todos creen conocerme, pero a donde yo quiero ir es a que cada día veo más normal distanciarme de todo el mundo, hacer imposible que la gente se acerque a mí, y evitar los excesos de confianza. Porque parece que la gente no conoce la diferencia entre ser un colega con quien quedar de vez en cuando y echarte unas risas o ser un amigo en quien confiar y a quien contarle tus penas. Y mucho menos son capaces de ver que el hecho de que confiar en alguien no significa que confíen en ellos. De hecho, he perdido la cuenta de la gente que se ha decepcionado al ver que me importa una mierda cómo me ven ellos. "Para mí eras un gran amigo", ¿y eso significa que tú tengas que ser mi amigo, gilipollas?
Siento si mi tono se recrudece a cada línea que escribo pero este es un tema que me fastidia demasiado. Son muchos los que se creen que por conocer algún aspecto de mi vida, aunque sea solo haberme conocido por haber quedado con amigos en común, ya lo saben todo sobre mí y pueden hacerse llamar "mis amigos". Pues siento cargarme vuestro ego y vuestro narcisismo porque va siendo hora de daros una hostia de realidad para que dejéis de sentiros tan especiales: Yo casi no tengo amigos. Casi nadie tiene derecho a considerar tener una amistad por mi parte, casi nadie se ha ganado el derecho de considerarse siquiera una persona cercana a mí. Porque puedo asegurar que de todo el mundo que leerá esta entrada, con suerte el 10% serán realmente amigos o personas cercanas a mí. Y si, después de esta afirmación, seguís creyendo que me conocéis o que os considero mis amistades, tengo una mala noticia: Vuestro narcisismo os ciega y tenéis mucho que aprender todavía.
En primer lugar, como dije, existe una gran diferencia entre un colega con quien echar unas risas y charlar de vez en cuando o un amigo a quien contarle todos mis problemas. Parad de leer esta entrada un momento y haced memoria: ¿cuántas veces os he contado en la intimidad algo que me preocupa, me inquieta, me quita el sueño? ¿Cuántas veces os he hablado de algún aspecto privado de mi vida que no le haya contado a casi nadie, y mucho menos en público? Si contáis, con suerte, una o dos, pensad que os lo he podido contar borracho. Si no contáis ni una, tened bien claro que ni sois mis amigos ni, posiblemente, jamás lleguéis a serlo. Y mucho menos si seguís con esa insana insistencia. Porque, por más que me digáis que puedo confiar en vosotros, mi confianza no se gana por arte de magia. "¡Oh, dioses, dice que puedo confiar! ¡Voy a ser su amigo!". Ridículo, ¿verdad?
En segundo lugar, y para concluir, el hecho de que hayamos hablado alguna vez, nos hayamos visto en una quedada o hayamos coincidido alguna vez en la calle NO SIGNIFICA que os conozca. Os tomáis una confianza que no os merecéis por alguna enfermiza razón que desconozco. Y de verdad, no os entiendo, ¿qué os hace pensar que quiero saber algo de vosotros solo porque hemos coincidido alguna vez en algún sitio y ni hemos compartido media palabra? Puedo llegar a entenderlo de alguien a quien alguna vez haya ayudado (que, por cierto, que os ayude en algo no significa que me importéis o quiera algo de vosotros; simplemente me gusta ayudar a la gente que creo que se lo merece), pero, ¿de alguien a quien solo me he presentado, y con mi apodo además, y con quien no he hablado en ningún momento?
Estoy muy cansado de que la gente se tome tantas confianzas y se crean más de lo que son para mí, y prefiero desilusionar a un puñado de gente con esta entrada (y recibir un puñado de quejas diciendo "no entiendo por qué eres así conmigo, si te veía como un amigo") a que esto se siga prolongando durante más tiempo y que cada día me venga algún idiota con el pensamiento de que esa tediosa y repetitiva frase me haga cambiar de parecer.
Siento si mi tono se recrudece a cada línea que escribo pero este es un tema que me fastidia demasiado. Son muchos los que se creen que por conocer algún aspecto de mi vida, aunque sea solo haberme conocido por haber quedado con amigos en común, ya lo saben todo sobre mí y pueden hacerse llamar "mis amigos". Pues siento cargarme vuestro ego y vuestro narcisismo porque va siendo hora de daros una hostia de realidad para que dejéis de sentiros tan especiales: Yo casi no tengo amigos. Casi nadie tiene derecho a considerar tener una amistad por mi parte, casi nadie se ha ganado el derecho de considerarse siquiera una persona cercana a mí. Porque puedo asegurar que de todo el mundo que leerá esta entrada, con suerte el 10% serán realmente amigos o personas cercanas a mí. Y si, después de esta afirmación, seguís creyendo que me conocéis o que os considero mis amistades, tengo una mala noticia: Vuestro narcisismo os ciega y tenéis mucho que aprender todavía.
En primer lugar, como dije, existe una gran diferencia entre un colega con quien echar unas risas y charlar de vez en cuando o un amigo a quien contarle todos mis problemas. Parad de leer esta entrada un momento y haced memoria: ¿cuántas veces os he contado en la intimidad algo que me preocupa, me inquieta, me quita el sueño? ¿Cuántas veces os he hablado de algún aspecto privado de mi vida que no le haya contado a casi nadie, y mucho menos en público? Si contáis, con suerte, una o dos, pensad que os lo he podido contar borracho. Si no contáis ni una, tened bien claro que ni sois mis amigos ni, posiblemente, jamás lleguéis a serlo. Y mucho menos si seguís con esa insana insistencia. Porque, por más que me digáis que puedo confiar en vosotros, mi confianza no se gana por arte de magia. "¡Oh, dioses, dice que puedo confiar! ¡Voy a ser su amigo!". Ridículo, ¿verdad?
En segundo lugar, y para concluir, el hecho de que hayamos hablado alguna vez, nos hayamos visto en una quedada o hayamos coincidido alguna vez en la calle NO SIGNIFICA que os conozca. Os tomáis una confianza que no os merecéis por alguna enfermiza razón que desconozco. Y de verdad, no os entiendo, ¿qué os hace pensar que quiero saber algo de vosotros solo porque hemos coincidido alguna vez en algún sitio y ni hemos compartido media palabra? Puedo llegar a entenderlo de alguien a quien alguna vez haya ayudado (que, por cierto, que os ayude en algo no significa que me importéis o quiera algo de vosotros; simplemente me gusta ayudar a la gente que creo que se lo merece), pero, ¿de alguien a quien solo me he presentado, y con mi apodo además, y con quien no he hablado en ningún momento?
Estoy muy cansado de que la gente se tome tantas confianzas y se crean más de lo que son para mí, y prefiero desilusionar a un puñado de gente con esta entrada (y recibir un puñado de quejas diciendo "no entiendo por qué eres así conmigo, si te veía como un amigo") a que esto se siga prolongando durante más tiempo y que cada día me venga algún idiota con el pensamiento de que esa tediosa y repetitiva frase me haga cambiar de parecer.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)