Viendo que a la niña le gusta el juego, vamos a seguir sacando trapos sucios. Esta vez, con los motivos de por qué, a cinco días de que se fuese a ir de Málaga, la eché de mi casa. Pero antes de empezar a detallarlo, os pregunto: Si ha estado un mes y medio en mi casa, ¿qué nos hubiese importado a mi madre y aguantar cinco días más? Pensadlo, algo habrá tenido que pasar para no querer esperar más, ¿no? Esto es lo que pasó:
Remontándonos a antes de su llegada, he de admitir que yo siempre le dije que podía estar todo el tiempo que quisiera en mi casa siempre y cuando ella nos echara un cable. En todo momento dejé claro que no queríamos dinero, simplemente con que colaborase un poco con las tareas sería más que suficiente. Y ella siempre decía que le encantaba ayudar, así que pensé que no habría ningún problema. Al fin y al cabo, fregar un par de platos no supone ningún esfuerzo. Pobre iluso al creerme que ayudaría...
Al principio tenía la excusa de que siempre la llevaba de un lado para otro con el objetivo de que conociera Málaga, así que no le dimos ninguna importancia al hecho de que ni siquiera pusiera la mesa. Al fin y al cabo, era normal que, después de estar todo el día en la calle, quisiera descansar. Pero poco a poco nos fuimos dando cuenta de lo gorrona y agonías que era.
"Culo veo, culo quiero" es la mejor forma de definirla. No podíamos ni comer con tranquilidad porque ella siempre miraba nuestro plato con deseo, antojándosele comer lo mismo, aunque ella estuviera también lo estuviera comiendo. Nos sentíamos realmente incómodos con su presencia, y creo que el hecho de que una persona no pueda sentirse cómoda en su propia casa ya es un motivo más que suficiente para tomar cartas en el asunto. Pero esto es una nimiedad con lo que viene a continuación.
VOlviendo al hecho de que hablamos que tendría que ayudar en casa, siempre nos tuvo como si fuésemos sus esclavos. Si mi madre o yo estábamos preparando la cocina, ella no era capaz ni de poner la mesa en la mayoría de las ocasiones, y las pocas veces que intentó ponerla resultó ser más un estorbo que una ayuda. Esto último lo explicaré más adelante, cuando empiece a hablar de sus impertinencias.
Nosotros nunca hemos exigido que ella hiciera nada, queríamos que saliera de ella, que tuviera un detalle con nosotros ayudándonos, sobre todo cuando mi madre trabaja por la noche y por la mañana lo único que desea es cambiarse y meterse en la cama. A todo esto, he de decir que, para mayor comodidad, esta chica dormía en el cuarto de mi madre cada vez que trabajaba, por lo que muchas noches le sacaba el pijama al salón para que mi madre, al menos, pudiera ponerse cómoda. No tuvo ni el detalle de levantarse "temprano" (qué sé yo, a las 10 de la mañana) para que mi madre pudiera entrar y echarse un rato. La vez que se levantó más temprano fue a las 11, con eso lo digo todo.
En cuanto a lavar los platos, ya le soltamos varias veces alguna indirecta a ver si la captaba y, aunque fuese por vergüenza, decidía lavarlos. Su respuesta: nos miraba y seguía con el móvil. De hecho, cuando ya no quedaba nada por ver en Málaga, su planning diario era desayunar, ponerse con el móvil, comer, ponerse con el móvil, cenar, ponerse con el móvil y dormir, y vuelta a empezar al día siguiente. Y si no era con el móvil, era con mi ordenador, hasta que me cansé, con la excusa de "buscar trabajo".
Y normal que me cansase de dejarle el ordenador. Me decía que iba a buscar trabajo, a actualizar su currículum, a preparar los carteles para dar clases particulares... y siempre estaba viendo alguna serie o algún vídeo. La única revisión que hizo a su currículum fue cuando me puse serio con ella y le dije que se pusiera a ello delante mía. Y, cómo no, fui yo quien tuvo que decirle, harto de dejárselo caer durante dos semanas, que imprimiera el currículum CON MI DINERO y quien la llevó al centro a echarlos.
A todo esto, se me olvida un detalle importante: Ella iba a estar solo lo que duraran las fiestas. De hecho, estaba previsto que se fuera el 8 de enero. YO, y recalco que lo hice YO, convencí a mi madre para que se quedara un mes más mientras "buscaba trabajo". Supuestamente ella quería buscarlo para poder pagarnos por lo que habíamos hecho por ella. Luego, todos nos dimos cuenta de que ella no tenía intención ni de trabajar ni de pagar, aunque esto último nos diese igual. ¡Pero si podría haber estado trabajando para nosotros, vigilando a mi abuela por las noches y haciéndole compañía solo los fines de semana por 50€ a la semana! Teniendo en cuenta que no habría hecho absolutamente nada hasta ahora, se habría llevado, de gratis, 200€, y habría tenido una habitación para ella sola donde pasar las noches. Pero, ¿cómo le vamos a ofrecer que cuide de mi abuela con lo que nos estaba demostrando?
Y hablando de dinero y agonías... Todavía recuerdo una noche que llamamos al chino porque a ella se le antojó. Cada uno pidió una cosa distinta, siendo lo suyo notablemente más caro, pero, bueno, si era lo que le gustaba, qué se le va a hacer. El problema llegó cuando recibimos la comida y nos dimos cuenta de que el restaurante se había equivocado con una de las comidas. Un error que tampoco era gran cosa, al fin y al cabo. Aprovechándose del error, ella cogió el arroz que le correspondía a mi madre (que, aunque fuese otro el que le trajeron, todos sabíamos que era el suyo) y se lo zampó, obligándonos a mi madre y a mí compartir plato. Por si no fuera poco, sabiendo que su comida no nos gustaba ni a mi madre ni a mí, se lo guardó para comérsela al día siguiente. Vamos, que la niña no es tonta precisamente. Además, cuando íbamos a comprar, ella ni miraba precios ni miraba cantidad. Sabiendo que la compra se hacía semanalmente y habiendo fijado el día de la compra siguiente, uno podría pensar "Voy a necesitar tantas cosas, voy a comprar tanto". Es lo más lógico. Ella, en cambio, era "Él se echa esto, yo me echo lo mismo, aunque ya tenga lo otro". Normal que al final llegase la última cena antes de ir a comprar y le sobrase un sobre de yakisoba, un cacharro de crema de calabaza y dos par de flautas de queso, un par con bacon y otro par con pollo. Y eso sin añadir la pizza que le pedí que le guardase a una amiga que vino de visita ese fin de semana. ¡Menuda cena! Mejor que el rey, oye.
Seguramente me esté dejando cosas en el tintero, pero tampoco quiero que esta entrada sea interminable, así que, antes de hablar de sus impertinencias y finalizar, resumiré todo esto con que nos tenía como esclavos (que hasta le tenía que poner yo la lavadora porque me dejaba un pestazo en mi cuarto, hablando de su higiene...), que jamás hizo por ayudarnos ni a mi madre ni a mí, que estuvo abusando de mi confianza y que ahora entiendo que su madre la tenga tan "puteada" y que la despidieran en Italia. Ahora, sus impertinencias:
Resaltaré solo cuatro, para hacer esto más ameno, pero creedme que hubieron unas cuantas. La primera es que ella siempre tenía que ser el centro de atención y, si no, se enfadaba. Era tal que si mi madre o yo estábamos lavando los platos y no escuchábamos que se había levantado, se irritaba por no darle los buenos días (aun me acuerdo del "Gracias, X" con retintín que le soltó a mi madre).
La segunda impertinencia fue una noche que no me encontraba bien. Yo quería echarme a dormir un rato, por eso me metí en el cuarto a las 10 de la noche. Ella insistió en querer saber por qué me estaba distanciando de ella y yo, que no quería hostilidades hasta que se fuera (de hecho, tenía claro que se lo diría todo el día en que se tuviera que ir) le respondí que era mejor no hablarlo en ese momento. Obviamente, si se rebota por no darle los buenos días... En efecto, primero se fue al baño sin decir ni una palabra y luego, cuando vino a recoger el cargador, claro está, para seguir con el móvil, le pedí que cerrase la puerta. ¡Y tanto que lo hizo! Hasta el vecino de la otra punta del edificio debió haber escuchado que cerró la puerta. Esa misma noche, durmió en el sofá por su pataleta. Y no porque yo la mandase al sofá, pues dejé la luz encendida de mi cuarto (haciéndome dormir durante cuatro horas incómodo) para que pudiera entrar. Esta sería la tercera impertinencia.
La cuarta y última impertinencia es ya cuando mi madre y yo dijimos de echarla (sí, señores, la decisión fue unánime, pero es muy fácil culparme a mí para que la gente diga "Joder con Stryke, qué malo es"). Viéndose en la calle y tras haberle explicado una parte de los motivos, ella intentó convencernos de quedarse diciendo que lavaría los platos. Yo lo sentí mucho por ella pero la decisión era irrevocable, ya era demasiado tarde para hacerlo. Además, no lo aceptábamos por dos razones. La primera, porque ella no lo hacía por educación, sino porque se veía fuera. La segunda, porque nos estaba tomando por tontos al esperar que lavar los platos cinco días fuese a arreglar un mes y medio de esclavitud.
Ahora os recuedo la pregunta que os hice al principio: ¿Qué más nos hubiese dado esperar cinco días si ya la habíamos aguantado un mes y medio? Porque bastante teníamos con lavarle la ropa, darle de comer y tenérselo todo listo, que estuvo viviendo en mi casa a cuerpo de rey (ni mi gato vive tan bien), como para estar aguantándole todas las impertinencias que estaba teniendo con nosotros.
PD: Al igual que en la entrada anterior, creo que no hace falta decir que esto lo pueden corroborar familiares, amigos y la cuidadora de mi abuela.