miércoles, 4 de abril de 2018

Por qué soy una mujer trans

Sí, la gente más avispada que ha estado atenta a mi TL estos últimos dos dias está en lo cierto; esta entrada no es más que una carta destinada a todas las chicas TERF que inundan las redes con propaganda barata cargada de transfobia. Y, como tal, antes de explicar por qué me siento una mujer, por qué sé que soy una mujer, voy a desmontar primero el argumento base del movimiento TERF para excluir a las mujeres trans de la lucha feminista. Yo, una chica trans, no me afeito, solo me he depilado una vez en siete meses, no me maquillo, no calzo tacones ni visto con vestido. Entonces, decidme, ¿qué rol de género estoy perpetuando considerándome como una chica trans? Me adelantaré a vosotras, pues os he escuchado berrear esto millones de veces. No, no soy un hombre haciéndose pasar por mujer. ¿Qué beneficio saco de arriesgarme a salir a la calle y que me den una paliza por ser trans? ¿Qué tiene de provechoso renunciar a todos los privilegios que tendría como hombre haciéndome pasar por una mujer? Si decís que lo hago para follar, he ahí el primer motivo por el que me siento una mujer. Pero no os confundáis, no es por sexo.

Nunca me he sentido cómoda socializando con hombres. Siempre he visto sus reuniones sociales como simples alardes de virilidad compitiendo por quién la tiene más larga, quién folla más y quién es el más cerdo. Odiaba ese tipo de conversaciones, odiaba cómo se reunían para alardear y alardear de su misoginia barata, y llegaba a odiarme a mí misma por no gustarme socializar de una forma tan primitiva y repugnante. La única compañía agradable para mí era la compañía femenina, donde podía compartir mis pensamientos sin ser juzgada, donde podía hablar de cómo me sentía sin que nadie se metiera conmigo, donde me sentía una más, donde me sentía comprendida y valorada, donde podía, simplemente, ser yo misma sin ningún tipo de miedo. Dioses, ¿cómo no me di cuenta antes? Más claro no podía estar de que era una chica solamente viéndome socializar. Quizá debí haberme dado cuenta antes, cuando temía que me llamasen marica por preferir la compañía femenina a la aberración masculina. Maldito desconocimiento...

Pero no creáis que la única razón es mi forma de socializar. No, no todo es mi forma de relacionarme con las personas, hay otra razón más, mucho más importante si cabe, por la que aborrecía ser un tío y por la que descubrí que era una mujer trans. Y esta razón, para mi desgracia, me perseguirá durante bastante tiempo. Esta razón no es otra más que mi cuerpo. Aborrezco mi cuerpo.

Quien me conoce bien sabe que tengo un gran complejo sobre esta carcasa que me ha tocado habitar, y os equivocáis si pensáis que mi complejo se reduce al tamaño de mi barriga y a mi grasa corporal. Sí, es cierto, quiero reducir mi peso, pero no es eso lo que me hace odiarlo. Odio mi calvicie, mi vello facial, odio mis dos metros de altura y, en especial, odio mi polla y mis cojones. Desde que salí del armario tuve muy claro que quería hormonarme y operarme lo antes posible, y sigo buscando la forma de conseguirlo dados mis recursos. Otras personas trans tienen duda sobre realizar esa transición pero yo estoy muy segura de que la quiero, que la necesito.

Y aquí es donde entráis vosotras, donde quiero haceros especial énfasis aún a sabiendas de que no cambiaréis vuestro retrógrado pensamiento propio de los fachas de HazteOir. Vosotras, TERF, no solo nos rechazáis sino que nos echáis en cara que tengamos estos genitales que no decidimos tener. Vosotras, TERF, hacéis que nos odiemos más todavía por algo que ni siquiera es culpa nuestra. Vosotras, TERF, sois nuestras peores enemigas. Porque de un tío cis hetero nos lo podemos esperar, pero de una mujer que alardea de ser feminista... Sois el lobo disfrazado de cordero, y no hay peor enemigo que aquel que pelea en nuestras propias filas.

No solamente tenemos que convivir con una opresión sistemática que nos ataca por ser mujeres, no solo tenemos que pelear contra los ataques tránsfobos de una sociedad que todavía no ha madurado, encima tenemos que lidiar con que en nuestro propio espacio, en nuestra propia lucha, existan enemigos que nos quieran ver muertas. Porque sí, a tal extremo llegáis algunas de desear la muerte a mis compañeras solo por vuestro prejuicio contra nuestros genitales. No sabéis lo duro que es de por sí tener que convivir con un cuerpo que odiamos y temer mirarnos al espejo porque odiamos lo que vemos para que, además, tengamos que soportar la carga que vosotras ponéis sobre nuestros hombros, culpándonos por haber nacido en este cuerpo.

Me habéis llamado machista, me habéis dicho de todo, incluso habéis argumentado que soy un hombre por el simple hecho de responderos con violencia. ¿Qué esperáis que haga cuando me creáis más complejos de los que ya tengo por culpa de vuestros prejuicios? ¿Que me quede de brazos cruzados y me digáis de todo? ¿Que soporte vuestras palabras? ¿Que me suicide por vuestro acoso? Lo mínimo que os merecéis con vuestras acciones contra mí y contra mis compañeras trans es la misma violencia con la que nos tratáis, y creedme que ninguna de vosotras sufrirá jamás lo que sufrimos nosotras, porque nunca estaréis en nuestra piel y nunca sabréis lo que es desear suicidarse por vuestras palabras. Y realmente espero que nunca lo sepáis.