A mi odiada ex-compañera de piso:
Decías que querías terminar como adultos responsables, pero jamás fuiste una persona adulta. Nunca mostraste la madurez y la responsabilidad que deberían caracterizar a una persona adulta, siempre te comportaste como una niñata consentida y malcriada en un lugar donde, si las cosas no se hacían como tú querías, pataleabas. Lo peor de todo es que encima exiges una gratitud y unas disculpas que ni siquiera te mereces, así que, puestos a ser capullos, aquí te dejo las únicas que te mereces.
Gracias por habernos dejado la mierda de tu conejo esparcida por toda tu antigua habitación y por toda la terraza. Tardamos dos días en limpiarlo todo, para que te hagas una idea de cuánto nos dejaste, aunque ya deberías saberlo. Discúlpanos por no habernos dado cuenta antes de que hacía tiempo que o no limpiabas su jaula (explicación de por qué toda la casa olía tan fuerte) o no tirabas ninguna bolsa después de limpiarla.
Gracias por haber entrado en nuestras habitaciones sin nuestro permiso. Oh, sí, le dijiste a Cristina que habías entrado, después de que ella se preocupara por encontrarse cosas que no debían estar. ¿Cuándo me explicarás por qué la puerta de mi armario estaba extrañamente abierta y las cosas de su interior estaban cambiadas de sitio? Luego que por qué sospecho que tú tienes algo que ver con la desaparición de las escrituras del piso...
Gracias por esa fiesta que organizaste en mi piso donde hiciste un tour en directo por toda la casa a tus amiguitos de Instagram, grabando en una propiedad privada sin permiso, tratando de grabarme a mí sin que me diera cuenta y mostrando los rostros de los portarretratos que hay por toda la casa. Muy legal no es que sea todo, ¿no te parece? Oye, que a mí lo de no dormir casi no me importa, pero, joder, ¿esa falta de respeto hacia mi persona? Perdóname por no haber llamado a la policía esa noche, nos habríamos ahorrado muchas gilipolleces por tu parte.
Gracias por hacernos sentir unos inútiles, criticando todo lo que hacemos e impidiéndonos darte cualquier tipo de ayuda. Esta parte debería encantarte a ti, ya que por algo me exigiste que te agradeciera algo de la limpieza, ¿no? Pues sí, te agradecemos que no solo no nos dejaras ayudarte a limpiar la casa (oferta que despreciaste infinidad de ocasiones), sino que encima nos dijeras de todo cuando limpiábamos por nuestra cuenta y nos criticaras con tus amiguitos, guarreando la casa e invitando a tus amiguitos para hacernos parecer unos cerdos. Perdóname por no haberte echado antes de mi casa.
Gracias por haber tirado cosas del cuarto de baño sin haberme consultado antes. Yo entiendo que no usamos el cacharro ese para colocar el papel higiénico y que el jabonero es solo decorativo, que tenemos jabón líquido en el lavamanos, pero, ¿recuerdas quién es el dueño del piso? Perdóname por no haberte reprochado que fueras una maleducada actuando a mis espaldas en asuntos sobre mi casa.
Gracias por decirnos que te ibas a ir como una adulta y acabar yéndote como una cría, vacilándonos en nuestra cara, dejándonos tus mierdas y quitándonos las nuestras. Y perdóname por haber permitido que te convirtieras en una niña malcriada y consentida. Aunque quizá eso último ya lo fueras antes de venirte, pero debí haber impedido que lo fueras aquí también. Porque parecías una tía legal que iba de buen rollo, que parecía no querer acabar de malas con nadie, que era adulta, madura y responsable, y con lo que nos hemos encontrado ha sido justo lo contrario. ¿Y me dices que por mi culpa no tienes ganas de ser buena gente? Nunca fuiste buena gente. Si lo hubieses sido, nunca habría sentido que vivía en casa ajena dentro de mi propia casa, nunca me habría sentido mal por cobrarte una miseria cada mes por todo lo que se te ofrecía, nunca nos habrías despreciado cada vez que intentásemos ayudarte con lo que fuera, ya no solo la limpieza, nunca habría estado tenso el día que regresaras a casa porque estaba mucho mejor sin ti y se me hacía insoportable convivir contigo. El único adulto aquí fui yo, que me callé todo lo que nos hacías con tal de que las cosas fuesen lo menos malas posible. Pero hasta el más tonto tiene su límite, ¿sabes? Y uno no se quiere callar más. Ni te voy a pedir que nos pagues las tasas que cuesten sacar las escrituras nuevas ni lo que me cueste la consola que rompiste ni que le devuelvas a Cristina sus cosas porque sé que tú no eres de la clase de persona que quiere terminar bien las cosas, porque, incluso aunque eras tú quien quiso irse una semana antes, exigías que yo te diera la parte proporcional del alquiler. Pero quiero que sepas una cosa, nueva dama de discordia: Espero que algún día la vida te devuelva toda la mierda que nos has tirado y te hundas en la miseria, y que lo que te pasó en la cabeza no es justificación para comportarte como una hija de puta con todos, creyéndote superior de los demás y tratándolos como despojos, insultándolos porque los consideras inferiores a ti y humillándolos cuando no hacen algo como tú quieres que lo hagan. Aquí tienes la gratitud y la disculpa que te mereces. Sé que no serán de tu agrado pero me la suda, al igual que a ti te la suda todo lo que nos has hecho pasar.